
RESILIENCIA A TRAVÉS DE LA MUSICOTERAPIA
LA MUSICOTERAPIA EN LA PROMOCIÓN DE LA RESILIENCIA EN UN GRUPO DE NIÑOS DE 8 A 10 AÑOS VÍCTIMAS DE PROBLEMAS PSICOSOCIALES PERTENECIENTES AL COMEDOR COMUNITARIO SAN FRANCISCO DEL BARRIO GIRARDOT, DE LA CIUDAD DE BOGOTÁ – PROYECTO DE GRADO
El barrio Ramírez, en la localidad Santa Fe, de la ciudad de Bogotá, es un escenario de problemáticas sociales difíciles. Más de 300 personas viven en infraviviendas y sin acceso a los servicios públicos más básicos. En las seis hectáreas que fueron ocupadas hace años de manera ilegal no hay calles asfaltadas ni red de alcantarillado ni luz ni agua corriente en las casas. (Carmona, 2015). Ramírez es parte de las 8.000 hectáreas en Bogotá que, según el estudio Observatorio del Mercado Informal de Tierras, tienen un origen informal y que conforman casi el 30% de la superficie urbana de la ciudad. De acuerdo con la Mesa Ambiental de Cerros Orientales de la secretaría de Planeación, Ramírez hace parte del 65 por ciento de barrios que nacieron en la informalidad.
Los pobladores del barrio Ramírez llegaron tras desaparecer las viejas fábricas ladrilleras que se levantaban al pie de los montes orientales. Esto ocurrió hacia finales de los años setenta y la mayoría eran familias de recicladores con muy bajos ingresos. Más de 6.500 llegaron hasta 2010 al área urbana de la localidad Santa Fe, en la que Ramírez es uno de varios barrios con condiciones similares. Todos ellos se instalaron a uno y otro lado de las veredas polvorientas, flanqueadas por enormes piras de basura. (Castro, 2012)
La Alcaldía Mayor de Bogotá advirtió en un estudio de 2013 que este lugar es una zona de riesgo, ya que se presentan “fenómenos de remoción en masa, inundación, riesgo sísmico, colapso estructural, incendios forestales, desbordamiento”. Según el censo de recicladores realizado en Bogotá en 2013, la localidad Santafé cuenta con 766 recicladores, siendo el 30,10% mujeres y el 69,90% hombres. El rango de edad con mayor presencia en el trabajo de reciclaje es entre los 18 y 65 años correspondientes al 88,58%, dejando al descubierto los jóvenes que dejan atrás sus estudios secundarios para laborar en este oficio y no hay posteriores perspectivas de educación formal o informal, técnica o profesional. (Ramírez, Mesa, García, & Valero, 2015)
La comunidad del barrio Ramírez se caracteriza, en general, por fuertes problemas de drogadicción, descomposición familiar (el núcleo familiar no existe) y falta de oportunidades educativas y laborales. Los jóvenes desde muy pequeños comienzan a consumir y expender droga. La deserción escolar primaria es mínima pero la problemática se presenta al llegar a la adolescencia, ya que las oportunidades se agotan y no hay más opciones que el reciclaje. Precisamente, la principal fuente de ingresos de las familias del barrio es a través del reciclaje.
Desde el año 2007, en el barrio Girardot, continuo al barrio Ramírez, justo al cruzar la calle que los separa, aparece un comedor comunitario de iniciativa privada y voluntaria, para asistir a la población infantil menos favorecida. A este comedor acuden 250 niños diariamente a recibir el almuerzo, siendo, para muchos, el único alimento que reciben en el día. En el año 2016, al conocer este grupo de niños, surge el interés de acompañarles e inicié la vinculación con esta población a través del trabajo social de manera voluntaria, teniendo una experiencia directa con ellos, desarrollando un proyecto coral independiente conformado por 25 niños entre los 7 a 11 años donde se reúnen a cantar, a pesar de las problemáticas sociales, particularmente las rencillas y disputas entre las familias de donde provienen estos niños.
En ese proceso, se ve que es necesario brindarles una herramienta que beneficie su crecimiento y potencie el desarrollo de capacidades no solo artísticas, sino también la capacidad de relacionarse con los demás. Es allí donde encontré que la musicoterapia era una forma efectiva de ayudarlos. Todas las situaciones carenciales que experimentan estos niños ponen a prueba día a día su capacidad de adaptación como población vulnerable, ya que pueden aprovechar los recursos disponibles, pero limitados, para el aprendizaje propio de la infancia. En este marco se propuso una investigación para evaluar y valorar el aporte de la musicoterapia al desarrollo de factores resilientes en esta población.
La musicoterapia propone, desde una visión no invasiva, la estimulación de la recursividad a través de elementos de bajo presupuesto que promueven, a través de su metodología variada, la posibilidad de utilizar su potencial creativo que es una de las bases para fortalecer y registrar conscientemente la capacidad de resiliencia.
Fue posible promover el conocimiento de las formas de estimular el potencial creativo y factores promotores de la resiliencia a través de una herramienta novedosa y económica como la musicoterapia, usando una metodología cualitativa que permitió sentar las bases para conocer mejor las características de los niños pertenecientes a esta población vulnerable, aportando una herramienta válida para todo el territorio nacional, en organizaciones o instituciones que asisten a la niñez, como por ejemplo jardines infantiles, centros para la niñez o comedores comunitarios o infantiles, como en este caso el comedor comunitario San Francisco.
La música ha fortalecido cualidades en el grupo como la escucha, el respeto por otra opinión, la reconciliación, el humor, la tolerancia, entre otros, siendo la música una estrategia reflexiva para mejorar y crear relaciones sanas en la comunidad. Esta conclusión se da a partir de las herramientas de triangulación utilizadas para la medición de resultados de la investigación. Un factor motivador para llevar a cabo la investigación con esta población, es que durante los procesos anteriormente mencionados se evidencia que, a diferencia de otras actividades que se han iniciado en el comedor (baile, manualidades, deporte), la música es un proyecto que se mantiene en la actualidad, tiene continuidad por iniciativa de los participantes y aporta elementos básicos que movilizan positivamente los procesos de los participantes a partir de su autoconocimiento, facilitando el afrontamiento y superación de problemas que pueden interferir en la convivencia y la adaptación al contexto educativo. Los participantes no solo son seres que cooperan cognitivamente sino personas con afectos, intereses y valores particulares, a quienes debe considerarse en su personalidad total.
Al considerar que esta población es de bajos recursos (estrato 1 y 2), se evidencia que no tiene la oportunidad de participar en actividades extracurriculares, y más aún, tampoco tiene acceso a una asistencia de nivel terapéutico por parte del sistema público de salud. Como profesional de la Universidad Nacional de Colombia, hay invitación intrínseca a ejercer de manera socialmente responsable, aportando al proyecto de nación, y de “forma comprometida, con los procesos de transformación social requeridos para alcanzar una sociedad equitativa, incluyente y en paz”[1]. Es decir, el aporte del ejercicio profesional tiene repercusiones profundas y duraderas en esta población, que en este caso ha mostrado una gran receptividad ante las actividades propuestas. Los niños, por ejemplo, asistían puntualmente a las sesiones programadas, con un índice de deserción cero, mostrando interés espontáneo por repasar y practicar de forma autónoma los contenidos en las sesiones anteriores. Ante la falta de actividades que susciten su interés y les resulten llamativas en su día promedio, la música aparece como una respuesta a la curiosidad y potencial propio de la edad.
El proyecto evidencia que iniciativas de estas características realmente aportan a la trasformación social y a la construcción de la paz, debido a que, en el marco de las sesiones, los niños resolvían problemas que habían surgido ya sea en el aula del colegio, ya sea en las calles del barrio, suscitando el trabajo en equipo, la capacidad de escucha, enfocando el propio potencial y la expresión de sentimientos y deseos a través del arte. El diálogo y la solución de problemas fueron aspectos presentes a lo largo del proceso, ya sea durante las sesiones, o al margen de ellas.
Debido a la contribución observada en la población involucrada en este proceso, la perspectiva de dar continuidad a esta iniciativa es positiva y supone un aporte significativo a la calidad de vida de la población infantil de este sector, por lo que la vinculación de estudiantes de música, pedagogía infantil y musicoterapia, entre otros, de pregrado o posgrado, enriquecería la experiencia hasta hoy llevada adelante y descrita en el presente escrito. Por otra parte, este proyecto ofrece una herramienta válida para el trabajo con comunidades de características similares en cualquier parte del país, promoviendo el fortalecimiento de capacidades sociales y de aprendizaje en niños que difícilmente podrían aprender y desarrollar debido a las limitantes de su entorno familiar y social.